SORPRENDENTE MAESTRO
Aún recuerdo con exactitud la
tarde que practicamos Tai chi con armas. El maestro empezó a repartir sables,
lanzas y palos. Él sabía que yo lo estaba pasando mal por mi impaciencia y la
larga espera. Con cada objeto que entregaba a
un compañero, la decepción. Me dejó para el final, la última.
Pensé que ya no quedaría nada
para mí cuando con voz muy baja me dijo:
— “Te he guardado lo mejor, lo más elegante y
adecuado a tus manos”. Y desenfundó como con un susurro una extraordinaria
espada recta de doble filo de cuya empuñadura colgaba un reluciente borlón
rojo.
Su uso es más complicado de lo
que parece porque pasar su hoja cerca del propio cuerpo te arriesga a un corte
sobre uno mismo.
Era una réplica de exhibición. Todo
un ritual de saludos, pasos, giros, movimientos de ataque y defensa. Fue un
privilegio para mí aprender el Arte de la Espada, quizá porque valoro el poder
y la responsabilidad que representa.
Comprobamos que puede ser muy
dulce y elegante en mis manos.
¡Fueron sensaciones perfectas!
También aprendí a tener mucho
respeto por las armas porque sirven para defender la vida, y también para
quitarla.
Ese día fui feliz.
"La fuerza más fuerte de todas...Es un corazón inocente". (Víctor Hugo)
Desde entonces soy consciente de
que todos estamos en posesión de una extraordinaria espada, la palabra. Y
siempre hago buen uso de ella tal y como me enseñó el Maestro.
Melodía…
…libros a la deriva…